Si después de mes y medio de cuarentena no hemos terminado de recorrer el catálogo de las “Lamentaciones”, es que en verdad somos muy creativos.
Ya seguramente revisamos los inconvenientes del encierro, el aburrimiento, la imposibilidad de hacer ejercicio, caminar, reunirnos con familia y amigos; ir al súper, al antro, al cine y a todos los otros foros, a los que nunca vamos, pero ahora añoramos por la imposibilidad. Ya nos convertimos en maestros, jardineros, cocineros, plomeros, terapeutas y pacientes (impacientes).
Por el lado empresarial y profesional, ya sufrimos la contracción del mercado, la caída dramática de ingresos, la necesidad de mantener salarios y de pagar impuestos, reestructurar pasivos, migración del personal hacia el trabajo a distancia, pago de renta de oficinas vacías, adecuación de redes y sistemas; adopción de plataformas para reuniones virtuales; montaje de espacios de oficina entre el balcón y la sala; aprendizaje intensivo de uso de micrófonos y audífonos.
Todo esto lo hemos vivido con mayor o menor éxito, y cada quién a su manera.
Quizás el primer reto de todos los equipos fue mantener la comunicación y no perder el rumbo: Encontrar la forma de mantener los mismos objetivos, a pesar del cambio de circunstancias.
Se requirió en esa primera etapa una adaptación al cambio muy rápida y compleja, ya que nadie estaba preparado ni tenía idea de la duración de la coyuntura.
Poco a poco, la mente de líderes y equipos ha ido migrando de preguntarse ¿cómo hacerlo ? , hacia ¿tiene sentido seguir haciendo lo mismo?
Difícilmente podemos encontrar hoy un ejemplo en todo el mundo de algún equipo de trabajo u organización que haya elegido (y podido) mantenerse sin cambios en procesos, productos, ritmos, roles, e incluso su propia razón de ser.
Por un lado están las empresas que están en el centro de la contingencia y que producen bienes o servicios indispensables (víveres, equipos, accesorios médicos, servicios hospitalarios, de higiene, y transporte).
Ellos han enfrentado una demanda explosiva, y habrán encontrado las restricciones de suministro de insumos, la escasez de inventarios, la necesidad de activar un turno extra, la insuficiencia de personal especializado en las líneas de producción y mantenimiento; exigencias inéditas en la logística y trasiego de insumos y productos; desfase con procesos de empaque y etiquetado.
En el segundo círculo vemos a los proveedores de esas industrias, que están impedidas de operar, por no estar catalogados como indispensables, pero saben que sin su apoyo, las empresas del primer frente, simplemente no podrán operar. Muchos de ellos trabajan y surten de manera clandestina para evitar romper las cadenas de suministro.
Están los que son indispensables para sí mismos, los millones de micro empresas unifamiliares, donde si no se opera, no se come.
Los menos, son aquellos que han podido acatar las disposiciones de la cuarentena, como aguantando la respiración, por algunas semanas, que parecen eternas y cada vez más dolorosas, con Damocles y su espada desenvainada en el cuarto de junto, amenazando con la terrible secuencia de recortes, despidos, quiebra.
El común denominador es la necesidad de aceptación y adaptación al cambio.
No hay un solo ser humano que esté exento; la vida cambió; las prioridades también; el rumbo de la humanidad, deberá hacerlo.
Debemos elegir cómo enfrentarlo ¿como un grave conflicto a resolver? ¿o como una cubetada de agua fría que nos despierta de un largo letargo?
Aquel que añore regresar a la misma situación de inercia, confort, usos y costumbres imperantes hace apenas un par de meses, estará equivocando el tiro y habrá desperdiciado la gran oportunidad de reinventarse y transformarse en una mejor versión.
El planeta nos exige mayor conciencia ambiental, social y familiar.
La coincidencia del colapso por sobreoferta del petróleo, tendría que ser una llamada a replantear nuestros paradigmas energéticos y migrar hacia opciones más limpias
La disminución del agujero de Ozono en el Ártico, la presencia de animales silvestres en los espacios donde no se atrevían por miedo a la presencia humana, la mayor transparencia de las aguas y menores emanaciones de vehículos y fábricas, deberían ser suficientes signos de aliento para cambiar nuestros hábitos y no caer nunca más en la negligencia que nos ha caracterizado hasta ahora.
Nos toca a todos trabajar como equipo, asumir que este es el único planeta viable y que es nuestra responsabilidad compartida el preservarlo.